- Vamos Holly, no seas aguafiestas.- le dio un trago a lo que llevaba en el vaso.- Nos lo tenemos que pasar bien.
Solté un suspiro y miré a Matt, quien no tardó mucho en obligar a Kaley a salir fuera. Abrí la puerta de la salida para dejarles pasar y la cerré enseguida. Tal como lo pensaba, mi amiga, no paraba de hacer fuerza para que Matt la soltara, pero no lo consiguió. En cuanto sus berrinches de niña pequeña acabaron, empezamos a caminar hacia mi casa.
- ¿ Le suele pasar a menudo?
Desvíe la mirada de Kaley para posarla en Matt.
Me encogí de hombros.
- No quedo con ella cuando sale de fiesta.- volví a mirar a la borracha que iba delante mío diciendo cosas sin sentido.- Pero te aseguro que no es la primera vez.
No dijo nada y se dedicó a sacar un cigarro y a meterse en la boca para después encenderlo.
- Es malo.- comenté refiriéndome a lo de fumar.
- No salir de fiesta también es malo.
Le miré arqueando las cejas. Antes de hablar dediqué unos segundos a analizar su rostro. Tenía los ojos marrones claros, sus labios eran gruesos y rosados y tenía el pelo corto, castaño y levantado hacia arriba. Había usado tanta gomina que, con el fuerte viento que hacia, no se movía ni un centímetro.
No me di cuenta, pero no disimulada nada al mirarle y finalmente conseguí que se empezara a reír. Sus carcajadas eran tan fuertes que daba la impresión de que se podían oír en todos los rincones del planeta.
Sentí como me ponía colorada, así que giré la cabeza para evitar que el lo viera. Odiaba esa parte de mi; no tardaba mucho en ponerme roja.
Al final no le respondí. Me quedé callada y seguí mirando a Kaley, que iba balanceándose y tarareando alguna canción infantil. Lo que tenía claro era que con ese estado no podía llevarle a su casa, ni a la mía. Recordé que una vez me dijo que cuando se emborrachaba iba a la casa de su tía, Lissa. Sin pensármelo dos veces, corrí hacia ella en busca de su móvil. Después de unos minutos de lucha por su bolso, conseguí cogérselo Intenté encenderlo.
- Mierda.- murmuré al ver que no se encendía.
Seguí buscando en el bolso como una loca, bajo la atenta mirada de Matt. Finalmente la encontré; una tarjeta azul con un número de teléfono en el que, con letras grandes y rojas, ponía claramente "POR SI ME EMBORRACHO." Era como si supiera que eso iba a a pasar.
- Gracias por llamar.- volvió a repetir Lissa al venir para recoger a Kaley.
Saltaba a la vista que, a pesar de sus veintiséis años, se comportaba como si tuviera dieciséis Llevaba unos pantalones cortos y ajustados con unas mallas por debajo, un jersey de lana con una raya rosa fosforito en el medio y unas botas negras que le llegaban hasta las rodillas. Cualquiera que la viera pensaría que es una adolescente. Resumiendo, era la típica tía que toda chica quiere.
Mientras se alejaban, Kaley tatareando alguna canción infantil y su tía intentando mantenerla erguida, Matt y yo nos quedamos observándolas. Empezamos a caminar sin decir nada. En cuestión de minutos me encontraba delante de mi casa. Mi despedida fue rápida, un simple "Adiós" y me fui sin esperar su respuesta.
Abrí la puerta intentando no hacer ruido. Todo estaba en silencio y las luces estaban apagadas, lo que significaba que no había nadie despierto. No me extrañaba mucho que, a media noche, estuvieran todos dormidos, ya que mi familia era de las que madrugaban y se iban temprano a la cama.
Subí las escaleras mientras me iba quitando la chaqueta. No pude evitar pararme delante del cuadro que se encontraba al lado de la puerta de mi habitación para observarlo. Era una foto de Jake conmigo en nuestro primer día de instituto. Recuerdo que estaba realmente nerviosa y como Jake intentaba tranquilizarme. Detrás nuestro se encontraba Derek, infiltrándose en la foto. Se pasó todo el recreo buscándome para pedirme una cita, pero mi respuesta fue negativa.
Suspiré y entré en la habitación. Las puertas del balcón estaban abiertas y las cortinas se ondeaban por la brisa. A través de la fina tela se filtraba la luz de la luna. Me quité los zapatos para después ir a cerrar las puertas, pero me detuve al ver a Matt fuera, fumando otro cigarro. Llevaba una camiseta blanca sin mangas y me pregunté como era posible que no tuviera frío.
Las cortinas me tapaban mientras pensaba en si salir o no. Cuando finalmente me decidí por salir el ya se había ido.
Me desperté de golpe al oír el ruido que venía del balcón. Me levanté de la cama y, perezosamente, caminé para abrir la puerta. Matt estaba apoyado en la barandilla frotándose la nuca. Tenía una mueca de dolor que cambió por una sonrisa al verme.
- ¿ Cómo es posible que tu lo hagas y yo no?
Me encogí de hombros ante esa pregunta.
- Años de experiencia.- hice una pausa en la que me giré para mirar la hora. Las tres de la mañana.- ¿ Para qué saltas?
- No puedo dormir.- se pasó la mano por el pelo, que ahora se movía con más facilidad.- ¿ Te apetece dar una vuelta?
- ¿ Ahora? Matt son las tres de la mañana.
- ¿ Y? ¿ Qué pasa? ¿ Nunca has salido a la calle a estas horas? ¿ O es que eres demasiado buena para eso?
Puse los ojos en blanco. ¿ Qué estaba insinuando?
- Espérame abajo.- le ordené con un suspiro.
Empezó a caminar hacia la puerta de mi habitación para salir, pero lo detuve.
- ¿ Y qué tal si vas por tu puerta?
- ¿ Tengo que volver a saltar?
Me lo quedé mirando con mi cara de "es obvio." Suspiró y levantó las manos al aire.
- De acuerdo, pero que sepas que si me mato será por tu culpo y te atormentaré.
Me tapé la boca con la mano para no empezar a reírme y despertar a todos.
Miré como Matt hacía su gran salto y caía en su balcón, desde las puertas. Cayó flexionando sus rodillas y cuando cayó levantó los pulgares en señal de que estaba bien.
Caminé en el escritorio para coger la ropa que había dejado en el respaldo de la silla. Me vestí rápidamente, me hice una coleta alta y bajé por las escaleras procurando no hacer ruido.